Mitos y realidades de la vacuna contra el COVID-19
La llegada de las vacunas al país representa una esperanza para ponerle fin a la pandemia, con ellas empieza un proceso que, aunque tomará su tiempo, es el adecuado para dejar atrás la amenaza del COVID-19 y aprender a convivir con él. Pese al beneficio que estas ya generan en el mundo, la desinformación inunda las redes sociales y algunas conversaciones familiares, estos rumores han causado que muchas personas tengan dudas sobre la vacuna, e incluso, que otros estén decididos a no aplicársela, olvidando así el beneficio común que traería.
Más allá de generar transformaciones, malformaciones o convertirnos en superhumanos al vacunarnos, porque incluso eso se ha dicho, estos son algunos mitos que la Organización Panamericana de la Salud, a través de argumentos, han mostrado que no son reales:
- Mito: “Las vacunas contra el COVID-19 no son seguras, qué tal si me la aplico y me pasa algo”.
Realidad: La seguridad a la hora de desarrollar cualquier vacuna es la prioridad, en el caso de la vacuna contra el COVID-19 no es diferente. Las vacunas deben pasar por tres fases de estudio antes de ser aprobadas para el uso de la población. Cada fase tiene un objetivo, como por ejemplo, garantizar la capacidad de la vacuna para proteger de la enfermedad, las dosis necesarias, entre otras. Una vez estas se aprueban continúa el monitoreo.
- Mito: “La vacuna se creó muy rápido, no debe ser confiable”.
Realidad: Es cierto que la vacuna contra el COVID-19 se desarrolló muy rápido, más que cualquier otra vacuna, pero todas las que han sido aprobadas pasaron por estudios y ensayos correspondientes. El COVID-19 afectó a todo el mundo y por eso diferentes fabricantes empezaron a trabajar para ponerle fin a la pandemia, hubo un incremento en el financiamiento público sin precedentes, mucha comunicación y colaboración global para su creación. Además, no es el primer coronavirus que causa una pandemia, científicos ya tenían adelantos contra otros coronavirus.
- Mito: “La vacuna va a transformar mi ADN”.
Realidad: El ARN mensajero nunca entra en el núcleo de la célula, donde se encuentra nuestro ADN, por lo que la vacuna no tiene contacto con este. La tecnología ARN mensajero, en la que se viene trabajando hace más de 10 años, también tiene otros usos médicos; por ejemplo, es un tratamiento habitual contra el cáncer.
- Mito: “Al aplicarme la vacuna me voy a contagiar de COVID-19”.
Realidad: Las vacunas contra el COVID-19 ayudan al sistema inmunitario a identificar y a combatir el virus. No hará que caigamos enfermos, mucho menos de COVID-19. Algunas personas pueden experimentar efectos secundarios leves como dolor en el lugar de la inyección, dolores musculares o fiebre, pero estos desaparecen rápidamente. Las vacunas de ARN mensajero proporcionan “instrucciones” para que nuestras células produzcan la proteína que se encuentra en la superficie del virus que causa el COVID-19. Las células que crean esa proteína no hacen que enfermemos, sino que ayudan a que el cuerpo produzca una respuesta inmunitaria similar a la que ocurre en las infecciones naturales.
- Mito: “Me vacuno y adiós tapabocas”.
Realidad: Después de vacunarse debemos seguir usando tapabocas, manteniendo la distancia física y lavándonos las manos con frecuencia. Tomará tiempo producir suficientes dosis y distribuirlas ampliamente para que podamos parar la transmisión del virus.
- Mito: “Como a mí ya me dio no debo vacunarme”.
Realidad: Todavía queda mucho por investigar sobre el COVID-19, por ejemplo, habrá que esclarecer sobre la inmunidad que se adquiere después de padecer la enfermedad, mientras tanto, la recomendación de los expertos, dado que existe posibilidad de reinfección, es vacunarse cuando sea posible.
- Mito: “La vacuna está relacionada con casos de infertilidad”.
Realidad: Las fases de los ensayos clínicos han demostrados que la vacuna no afecta la fertilidad, incluso, algunas participantes quedaron embarazados durante el estudio de la vacuna.
- Mito: “La vacuna tiene un microchip con el que nos van a controlar”.
Realidad: Las vacunas están diseñadas para protegerte, no para enfermarte, causarte la muerte o controlarte. Los microchips no son parte de las vacunas contra el COVID-19.
Es cierto que vacunarse es una decisión individual y que estamos en la libertad de hacerlo o no, pero es necesario aclarar toda esta información falsa que solo causa pánico y se reproduce a un ritmo acelerado, casi como el de un virus, y que puede tener efectos nocivos para la población, pues aunque es una elección personal afecta a todos, en esta carrera por controlar el COVID-19.